Alfonso Del Olmo. Con la tecnología de Blogger.

jueves, 8 de febrero de 2018

La Ciudad sin Nombre

Llegamos a aquella ciudad que me parecía nueva para mí en un primer momento. Me acompañaban mis padres, que me iban a invitar a cenar por algún motivo que no recuerdo, y mi hermano. No tardé mucho en tener la sensación de que ya había estado en esa ciudad, pero sin tener recuerdos... La ciudad era muy especial, diferente a las demás. Edificios altos y bajos, curvados, ondulados... extraña arquitectura, que parecía un cuadro en tres dimensiones de Joan Miró. Al ponerse el sol hizo de aquella ciudad algo más espectacular todavía... la combinación de la luz colorada del Sol con las respectivas sombras de los edificios le daban un toque como de vida al que ahora me parecía un hermoso lugar.

Nos sentamos todos juntos en la terraza de algún restaurante para cenar. Hacía calor de verano, aunque a esas horas daba una tregua y se podía estar muy a gusto. La noche casi cerrada y la falta de iluminación natural de nuestra potente estrella, hizo que aquella ciudad quisiera brillar como ella. Luces, farolas, de color rosa, verde, azul, morado... todos muy cristales, potentes y bellos. Algo que no había visto jamás y que me dejaron muy asombrado.

Tras una exquisita cena, me da por levantarme a buscar, investigar cosas cerca de allí mientras mis padres se quedaban celebrando algo con alguna copa. Ese gesto me recordó a mi infancia, en la cual cada vez que salíamos con mis padres, mi hermano y yo nos íbamos a jugar cerca, aunque esta vez iba yo solo.

Andando por la calle encontré una tienda que me impactó nada más mirarla. Mi corazón me dio un vuelco en ese momento. "Es esa!?" Me pregunté entre un mar de pensamientos y recuerdos borrosos, mientras me acercaba para entrar. La fachada parecía la de una frutería, abierta y exponiendo sus productos casi al aire libre. Era una tienda de chuches, pero no una cualquiera. Era muy grande y tenía de todo, las mejores chuches del mundo, inencontrables en cualquier otra parte. No había nadie, tan sólo el que debía ser el dependiente, un hombre ya mayor, con un pelo y una larga barba blancas, que me saludó muy educadamente. Me di una vuelta entera por la tienda, intentando meterme el asombro por dentro para que no se note, mirándolo todo, con ganas de coger de todo, pero no cogí nada, de momento. En lo más hondo de la tienda había unas escaleras, normales de calle, muy anchas y con una luz naranja que salía del fondo de estas escaleras, que me estaban diciendo que bajase por ellas.

Bajando las escaleras observaba las paredes, que no tardaron en convertirse en calles. Las farolas alumbraban las escaleras, que como una ciudad de la antigüedad daban a otras calles estrechas y también con sus escaleras que bajaban o subían. Yo seguía bajando, observando lo que ya parecían casas, ventanas, puertas e incluso gente andando. Aquello era otra ciudad debajo de la tierra. Dos puertas de cuarto de baño wc en la oscuridad ponían fin a las escaleras principales por las que estaba bajando, "serán los baños de la tienda" pensé, y entré. Unos baños muy limpios. Al salir, seguía fijándome en las calles que conectaban a la principal. Una de ellas tenía un arco, y no podía evitar pensar en lo bonito que era aquello. De esa calle salió una mujer mayor, con el pelo corto y los ojos muy grandes que al verme torció la cara y los ojos se ensancharon aún más si cabía.

"¡Alfonso! ¡Has vuelto!" dijo sorprendida mientras se acercaba a mí para abrazarme. "¡Qué grande estás hecho! y qué pelos". Yo me sentía confundido. Me quedé en silencio unos segundos, mientras la ola de recuerdos borrosos se volvían un poco más claros y me sacaron una sonrisa.

- ¿No te acuerdas de mi? Jugabas por aquí de pequeño, ¡¡todo esto te encantaba!! ¿Le has comprado algo a mi Desiderio?
- Sii... no, no.. Lo he visto, me ha saludado, pero no le he comprado nada, no llevo dinero encima.
-Toma y comprale algo hombre. Qué alegría volver a verte, hace muchísimo tiempo que no te veíamos. Ya irás a la universidad y todo.

Tras un rato hablando fui a comprarle algo a Desiderio. Volví a comer esas chuches tan mágicas como aquellas, mientras aquel matrimonio me hacían sentir como en casa, una vez más después de tantos años. Mis padres lo sabían y por eso me habían traído a este lugar.

Pasaron los años y mis intentos de volver a encontrar aquella ciudad fueron inútiles, la ciudad sin nombre, sin localización... Jamás volvería a escuchar la voz de aquella anciana que tanto aprecio me tenía, jamás le volvería a comprar chuches a aquel viejo distante... las mejores chuches del mundo. Jamás volvería a ver la iluminación tan especial de aquella ciudad, o el extraño pueblo subterráneo. El mar de recuerdos se aclaraba, las veces que de pequeño iba con la bici y quería bajar las escaleras con ella, o la vez que de lo rápido que iba me caí encima de las cajas de chuches, y aquellos "abuelos" me cuidaron y me curaron muy pronto. Recuerdo incluso tener amigos en el pueblo subterráneo, y que a veces cuando no había nadie me daba miedo. Recuerdo comer aquellas chuches, no muchas pero con un entusiasmo infinito. Por todo ello y aunque jamás volvería, la ciudad sin nombre permanecería viva eternamente en mis recuerdos.