Alfonso Del Olmo. Con la tecnología de Blogger.

martes, 25 de septiembre de 2018

Luz en la Noche.




Escribir. Ese método de expresión mediante palabras. Palabras que se ven, aunque no se tocan, que se sienten, aunque estén lejos. Escribir de manera clara, formal, bello o bonito. Escribir para todos, para nadie, para ti, para alguien. La Luna llena bajo la ciudad condal es tapada por las viejas nubes. Nubes que llegaron desde más allá del mar Mediterráneo para soltar sus lágrimas en forma de lluvia, que a pesar de la baja intensidad fue de gran duración. Lágrimas no tristes a pesar del color muy gris de ellas algodonadas. Lágrimas que tras días de altas temperaturas necesitábamos. Una tregua a ese fenómeno tan usual en verano a pesar de que es cuando el astro Rey de nuestro pequeño sistema solar se encuentra a mayor distancia. Calor que tan cerca del Mediterráneo se vuelve pegajoso, húmedo, horrible para alguien acostumbrado al calor y frío seco extremos del pueblo en la montaña. Una montaña que protege al pueblo con pasión, una montaña solitaria en mitad de ninguna parte, de ninguna civilización. Un lugar tranquilo y despejado, el lugar de descanso de los dioses, el lugar de descanso de esta montaña, esta diosa, nuestra diosa y protectora, nuestra Sagra-da montaña, que tan lejos me queda ahora.


La noche es ya cerrada, las nubes se tiñen de naranja encima de la gran ciudad condal. El silencio de la noche se interrumpe con mi música, suena W.A.S.P. en mi potente Lenovo Legión con el que escribo estas palabras. Los ojos me avisan de que tengo sueño, estoy cansado y mucho, pero me quiero mantener un poco más. Los ojos, húmedos de las lágrimas que se me escapan al bostezar.



El otoño da los primeros compases, aunque con timidez por ahora con la pequeña llovizna de hoy, y continuarán próximamente las altas temperaturas, supongo. Aunque aquí ya empieza a ser cansino, un dolor de cabeza más. Con lo a gusto que se estaba en el pueblo el día que lo dejé atrás, tras un veranazo fresquito como pocos. Espero con impaciencia la llegada real del Otoño que lo tendremos hasta el 21 de diciembre. Bonita fecha. Fin de cuatrimestre, vacaciones de Navidad, o tiempo para estudiar, mejor dicho, para la última oportunidad de aprobar las asignaturas en la gran Final, aquella por la que te has estado preparando los 3 meses anteriores con esfuerzo y empeño.


Sentado en la cama y comiendome las uñas, miro a mi mesa flan iluminada por mi super flexo y siempre me pregunto si se acabará partiendose. La mesa que a fin de cuentas es un tablón de manera bastante fino con 4 patas atornilladas bastante finas también, que en conjunto acaba haciendo el parecido con el flan por su flexibilidad y movilidad tan sorprendentes. El tablón hace una apreciable pero débil parábola la cuál intento pesar cómo se expresaría de forma matemática. "Y" igual a "X" al cuadrado partido por un número muy grande (pongamos 1000), que cada día se hace más pequeño, lo que hace que la parábola muy abierta se vaya cerrando, que la curva sea mayor y que acabe siendo pasta de la física de partículas cuando las moléculas de madera se cansen de soportar una causa perdida y decidan separarse, dividiendo a la mesa en dos partes, cada una con sus dos patas correspondientes. Y espero que cuando eso ocurra, si ocurre, porque es bastante improbable, no tenga mi portátil encima.


Llegan la hora de irse a dormir, descansar para levantarse a las 7 al día siguiente para ir a las clases a la "Escola". Llega la hora 24, o la 0. Esa hora tan especial y singular en la que se cambia de día. Ya es martes y yo sin dormir aún. "Run to the Hills" suena ahora, de Iron Maiden, puesta a propósito por ser la que cerró el mayor concierto de Maiden en la historia de nuestro país, bajo el cielo de Madrid y en el grandísimo estadio del Atlético de Madrid, el Wanda Metropolitano. Y termino diciendo:

Buenas Gracias y Muchas noches.


Alfon