Alfonso Del Olmo. Con la tecnología de Blogger.

martes, 19 de marzo de 2019

Decidí seguir Soñando.

Estaba en aquella mi ciudad adoptiva y de la poco que la conocía no podía responder de una manera correcta a la gente que me preguntaba por cualquier sitio. Ya lo habían hecho ese día, un hombre preguntando sobre un sitio del que desconocía su existencia. Una ciudad pequeña, por lo visto bella y bonita ya que es un lugar y una zona de interés turístico aunque no entiendo el por qué, si tampoco tiene nada especial a parte de la playita y del insoportable demasiado buen tiempo.

Iba andando, paseando. Pasé por el centro comercial y me subí a un lugar que parecía de un viejo aparcamiento y un almacén para la distribución de productos. No pasaba nadie por allí, era un sitio alejado y fuera de los lugares de mayor interés social. Allí sólo había cemento, hormigón y alquitrán, y la vista a la autopista que era el motivo de mi estar allí. Aunque no sé muy bien por qué me gustaba tanto ese lugar en concreto y mirar a los coches circulando en la autopista. Lo será porque añoro mi casa y quiero un viaje, un coche y bordear el mar por la autopista mientras escucho mi música, atravesando varias veces los horizontes lejanos hasta dónde llega la vista, un viaje para irme de aquí, a allí. En eso momentos de tristeza y melancolía, de reflexiones que trae el viento, apareció una pareja de extranjeros, diría que ingleses (como todos los rubios que veo), que me preguntaron dónde podía haber un Game. Me pareció raro y me extrañé que dos turistas británicos estuvieran allí buscando un Game, pero les respondí y aunque no lo pude hacer en perfecto inglés como me preguntaron ellos, creo que me entendieron. El hombre, rubio y de ojos azules, típico inglés turista y fan de cerveza y el buen fútbol, muy agradecido me entregó un globo que acepté con la ilusión de un niño.

Al rato de irse los ingleses, el globo empezó a crecer de una manera descomunal para terminar siendo enorme, tanto que de él colgaban cuerdas de las de atar a los barcos. Las cogí, para poder transportarlo con toda la naturalidad del mundo y la ilusión infinita de un niño, tirando de él, para pasearlo y lucirlo por la ciudad y a los pocos que no lo habían visto ya.


Llegué a un parque y no tardé en tener el presentimiento de lo que iba a pasar. Efectivamente, llegó un momento en que las cuerdas se perdían en un cielo de ramas de árbol y se enganchó. No había que ser adivino para predecir que aquello ya no saldría de allí, teniendo en cuenta el peso del globo y sus cuerdas y lo que le costaba moverse. Poco después acabaría destruyéndose en una nube de infinitos trozos en el cielo aún azul de mi ciudad, cosa que me imaginé porque me tapaba el cielo de ramas.

"Bueno. Fue divertido mientras duró", pensé y aunque me daba lástima por el globo, pensaba que aquello era algo que tenía que pasar y pasó.

Me acerqué con nostalgia de un tiempo pasado a un polideportivo dónde se escuchaban a los niños jugar. Un tiempo pasado en el que jugar al fútbol era la mayor de mis aficiones. El mal rollo, la falta de deportividad y una competitividad poco sana hizo que aquello fuera desapareciendo poco a poco de mi vida, y al igual que el globo, aquello era algo que tenía que pasar y fue divertido mientras duró.

Mientras el cielo empezaba a ponerse gris, me preguntaba si los ingleses pudieron hacer lo que querían en el sitio que buscaban, o si se habrían perdido en mitad de ninguna parte, como donde me preguntaron, y no hallar a ningún fan de la soledad y de aquellas reflexiones, para poder preguntarles el camino de vuelta a la civilización moderna y social.

Tras cubrirse por completo el cielo de gris, lo que empezó siendo pequeñas y tímidas gotas se convirtió en un mar cayendo encima de nosotras las personas. El cielo rugía con fuerza mientras dejaba caer su agua. Instintivamente empecé a correr hacia un lugar, sin saber a dónde pero disimulándolo muy bien hasta que llegué.

Allí estaban mis amigos del instituto. Y a pesar de que no entendía su presencia allí, me sentía a gusto y protegido entre ellos. Nos encontrábamos delante de una cueva, pequeña, oscura y rocosa. Sabíamos, aunque sin saber por qué, que había que meterse dentro porque era un pasadizo a otro sitio, y que teníamos que cruzarlo para salvarnos de una tormenta que... ¿destruiría aquel lugar, sitio, mundo?

No entendía nada. Sin hablarnos, sabíamos lo que teníamos que hacer y por qué. Sin pensárselo mucho, los primeros empezaron a meterse y a caer por la profunda y oscura cueva hacía un lugar y un mundo diferentes, o al menos eso nos aseguraba la voz interior de una fuerza desconocida que sin darnos mucha cuenta, nos había traído hasta aquí.

A diferencia de ellos, yo sí que me lo pensé. No quería entrar, tenía miedo. Miedo de la oscuridad, de las piedras y rocas afiladas, miedo de lo desconocido... Ellos me animaban. Pensando, supe que estaba soñando y que todo era un sueño. De hecho, sabía hasta el momento del día que era, la hora de comer. Hora de comer y no de soñar, muy tarde.

Por otro lado me daba curiosidad. Sabiendo que era un sueño quería entrar y ver la aventura que sería aquello, ver lo que había al final de la cueva y a dónde nos lleva.

Me armé de valor y quise seguir soñando. Decidí seguir soñando. La comida del domingo tuvo que esperar un poco más ese día. Entré en la cueva, aún con miedo, mirando a las piedras que parecían que me iban a destrozar la vida...

Al final fue como un tobogán oscuro, terminando en una preciosas ciudad en una oscuridad que no sabía si era de la noche o de estar bajo tierra. Las luces brillaban. No teníamos a dónde ir en una ciudad desconocida, pero nos invadía la idea de que teníamos que acostumbrarnos y empezar una nueva allí...

FIN


PD. Quiero aclarar que el protagonista de la historia tiene horarios diferentes a las personas normales, ya que va a clase por la tarde, estudia por la noche y duerme por la mañana. No es que sea un vago que duerme a la hora de comer.

sábado, 23 de febrero de 2019

La Sociedad: El mayor invento de la Humanidad.


Alguno de los días finales del instituto, terminando el duro segundo de bachillerato, con la selectividad en el horizonte, la profesora de Religión (un abrazo para ella si está leyendo esto) en clase nos pidió hacer una redacción sobre el mayor invento del hombre (de la humanidad para los ofendidos). Debía ser algo profundo, y no valía con poner el avión que nos hace volar. Mi mente científica quería buscar algún invento científico, pero la verdad es que me quedé bloqueado y no podía escribir nada. Sin embargo, había algo que me fascinaba, un invento aunque no fuera científico, y aunque me costó intenté escribirlo, y era la sociedad.

Me fascina que podamos bajar en un momento a comprar el pan, que tengamos un sistema complejo que funciona, unas normas de circulación, unos impuestos para tener una sanidad, una educación. Que podamos jugar al fútbol con nuestros amigos, salir a correr a la playa, o ir a un gimnasio y que haya siempre gente que nos pueda ayudar, a estudiar o a entrenar. Me fascina tenerlo casi todo al alcance, y que las cosas, aunque regular, funcionen. Allí están los profesores de autoescuela, los ingenieros montando sus cacharros, los médicos curándonos, los científicos investigando nuevas cosas, nuevas soluciones, nuevas curas... Que los abogados nos puedan sacar de un barro legal. Que los oculistas puedan hacer que veamos el mundo de otra manera en HD. Que tengamos acceso a las noticias del mundo ya sea por radio, tele o internet, que podamos estar comunicados todos con todos. Que tengamos un ejército militar con unas aeronaves impresionantes para apagar los terribles incendios de verano, bomberos, policías, guardia civiles o mossos que nos protegen... Escuelas e institutos dónde aprender cosas, aunque de pequeños no nos guste. Profesores que se preocupan en que los niños aprendan. Son ellos, los que si no son los más importante, lo son casi, de una sociedad. Universidades comprometidas con la innovación y la investigación, y la formación de futuros profesionales y un millón de cosas más. 

Me fascina que a pesar de ser el mayor invento de la humanidad lo usemos mal, elijamos hacerlo mal. Me encantaron las clases de la profesora de religión (otro abrazo para ella) en las que hablaba del mal en el mundo y el libre albedrío. Somos libres para eligir, a pesar de las leyes y las normas, las obligaciones y los deberes, al final todos acabamos haciendo las cosas como nos da la gana. Que haya militares y guardia civiles que sean violadores, que son los que nos deben proteger. Los casos de corrupción de los políticos que deben hacer el bien del pueblo que representan. Una democracia inválida. Que se pierdan vidas en la carretera porque a unos cuantos les gusta, no sólo no respetar las normas, no sólo no respetar los límites de velocidad sino doblarlos. A otros sin embargo les gusta conducir viendo unicornios mientras se llevan las vidas de un hombre honrado que mantiene a su familia con sudor y trabajo, una mujer que estudia para hacer avances en la medicina, unos niños con sueños... Porque no sabemos respetar a los que son diferentes. No aceptamos que las mujeres son iguales que los hombres, que ni los gays, ni las lesbianas, ni los bisexuales, ni los trans, son inferiores. No sabemos respetar a quienes opinan diferente, no sabemos solucionar las cosas sin violencia. La manipulación de los medios de comunicación, de los políticos... Aquellos que cobran en negro y se benefician de las ayudas a costa de una serie de trabajadores, muy trabajadores, que apenas ganan para comer por todo lo que tienen que le hacen pagar (para "ellos"). Una sociedad que castiga al que lo hace bien. Que no pueden echar a un Okupa de tu casa pero a ti (que tienes 85 años) si te echan por no poder pagarla, por que la pensión no llega para ello, y no porque no te lo mereces, y no porque no te has llevado 50 años trabajando para la sociedad. Te quitan todo lo que tienes a pesar de lo que ponga en la constitución sobre la casa digna. 

Sueldos vitalicios a políticos inútiles, que ahora dicen que los jóvenes tienen que jubilarse a los 72 y además ahorrando. Una casa de la realeza, privilegiados que viven de lujo a costa del trabajo y la miseria de otros como en plena Edad Media. Me encanta Marte y me encanta la exploración espacial, pero creo que es el momento de unir fuerzas e investigar la forma de no destruir nuestro planeta. Buscar formas alternativas de energía limpia. Menos invertir en armamento y ejército y más en las alternativas que ya tenemos, energía eólica, solar, hidráulica... Financiar la investigación y el desarrollo de la fusión nuclear, y buscar los muchos secretos que esconde nuestro planeta. Unir fuerzas porque el calentamiento global es un problema de todos. Todos deberíamos ser parte de una sola sociedad a pesar de nuestras diferencias. No puede ser que en el continente con más agua del planeta, la gente se muera de sed. Que seguidores de una religión que defiende la paz siembre el terror en Europa con su terrorismo, o que demos más importancia a alguien que hace un chiste en la tele que a todo lo demás.

Seguimos siendo egoístas y mirando a nuestros propios intereses. Qué pasaría si el presupuesto del famoso muro de Trump fuera a ayudar a todas aquellas familias que viajan buscando, ya no "algo mejor" sino "algo" porque no tienen nada. Qué pasaría si todos los políticos hicieran bien su trabajo, utilizaran como deben nuestros impuestos. Si dejamos de lado nuestras diferencias para buscar la forma de limpiar la atmósfera. Si aprendemos a respetarnos todos. Si valoráramos más el conocimiento que el dinero, si valoráramos más el arte que la estupidez, si supiéramos diferenciar lo bueno de lo malo. Qué pasaría si nos damos cuenta que todos, y todos digo todos, somos personas. Qué pasaría si empezáramos a mirar los intereses de la humanidad, de toda la humanidad antes que los nuestros propios. Qué pasaría si todos aquellos grandes peces gordos económicamente en vez de derrochar el poder económico en cosas materiales e inútiles lo invirtieran en la gente que lo necesita, y aún así poder seguir viviendo de lujo porque seguro que muchos se lo merecen, pero tienen tantísimo dinero y siempre buscan poder tener más, y lo derrochan en muchas cosas inútiles.

Puede que algún día las personas evolucionemos a otro nivel y nos demos cuenta de nuestra existencia en el universo. Que la vida es lo más grande que tenemos y que podemos matar a las personas, hacer que sufran los demás, hacer lo que nos dé la gana en beneficio propio. Debemos mejorar la existencia de los demás y no destrozarla. Porque si no evolucionamos estamos destinados a la autodestrucción y no os preocupéis por el planeta, porque sin nosotros se recuperará.

Ya hemos inventado lo mejor que podíamos inventar, una sociedad, unas normas y unas leyes, sólo falta utilizarlo como se debe. Sólo hace falta dar un paso mental arriba y evolucionar. Me fascina cómo he pasado de lo maravilloso que es poder bajar en cualquier momento a comprar pan, a que estamos destinados a la autodestrucción. Lo maravillosa que es la sociedad a pequeña escala, y la gran chapuza que tenemos a nivel mundial. 

Tenemos el mayor poder, que es el de escoger, pero seguiremos eligiendo hacerlo mal....

... o no?