Alfonso Del Olmo. Con la tecnología de Blogger.

sábado, 4 de mayo de 2024

La sequía

    Desde varias semanas atrás pasa cuando me acuesto, me escondo entre el entrededón, cierro los ojos y me pierdo entre la oscuridad de mi mente y comienzo en ella a encadenar letras, palabras, párrafos y textos con sentido. Textos arrastrados por el caos de la rutina y olvidados en la memoria ante la lejanía de la pluma, del papel y de la luz en la noche. Textos irrecuperables y perdidos...


    Y es que la sequía de literatura en estos, mis terrenos de la infita red globalmente interconectada de internet, no parece tener fin aunque llueva, poco a poco, de vez en cuando y raramente. Me pregunto... ¿qué será lo próximo que escribiré? ¿Será un relato, una historia, un cuento basado en la visión borrosa de algún sueño, mal escrito y sin sentido cronológico? Podrá ser... algún tipo de escenario imaginario. O quizá, pueda ser, una reedición de un texto antiguo hablando de años atrás. 


    Cada vez me cuesta más encontrar las palabras en la vigilía. ¿Qué ocurrieron con ellas? ¿A dónde se las llevaron? El problema puede que no sea ese. Tampoco encuentro la penumbra, el silencio, el sueño tal vez. O quizá, se me ha olvidado dónde buscar. He perdido su rastro, sus rutinas, su olor. No las siento y se me escapan. Ellas van uno, dos, tres o cuatro pasos por delante mía. 


    Parece mentira. Nunca las dejé de buscar. Puede que lo haga en el futuro, o no lo sé... Aunque eso sí, nunca fui fan de abusar de los puntos suspensivos... Puede que, tal vez, quizá, en algún momento, antaño, tiempos atrás... si lo fuera... Pero esto, de momento, se derrama... ahogándome. 


    Luego está el tema de las Musas. Esas divinas criaturas llenas de conexiones entre las palabras. Permítenme que dude de su existencia. Conocí una vez, años atrás, a un poeta muerto, que defendía que a las Musas hay que buscarlas. No te van a venir a buscar a tí, mísero y vulgar mortal, para ofrecerte los secretos del éxito, del poder y de las conexiones, porque sí y de la nada. Seguramente, puede que tenga razón, Señor de los Tiempos.