Alfonso Del Olmo. Con la tecnología de Blogger.

domingo, 13 de febrero de 2022

El despertar de los Dragones.

    
    Durante siglos mi familia ha custodiado un gran tesoro situado en un enorme castillo, sobre el trono en el que antiguamente se sentaba un rey. La reliquia posaba en una pared adornada cuidadosamente con dibujos perfectamente tallados y representa el equilibrio moral del ser humano. La paz y la tranquilidad han reinado los últimos siglos debido al respeto a esta pequeña estatuilla. La reliquia, forjada de un material desconocido, muestra la figura de un humanoide de largas extremidades sentado en un trono. Este brilla como el oro, su color es parecido aunque más oscuro y refleja la realidad tal y como un espejo.

    Un día como otro cualquiera aquella paz que reinaba en el lugar caía en desequilibrio debido al alma corrompida de un habitante del castillo, el cuál miraba con deseo a la dichosa escultura. Una vieja alquimista salió de su laboratorio alterada porque notó cómo de repente este equilibrio llegaba a su fin, y con él llegaría el despertar de los dragones. Criaturas prehistóricas que durante años permanecieron dormidas y que aquel día salieron de lo más profundo de las tierras debido al olor a codicia humana.

    Una vez corrompido el ser humano por codicioso, los dragones ansiaban la vieja reliquia como trofeo de guerra para añadir a sus tesoros ocultos en las profundidades de la tierra. El ser humano, sin el equilibrio de la reliquia y además custodiada por unos dragones aún más codiciosos que el ser humano, provocaría una desestabilidad moral que traerían guerras, destrucción y a la larga la extinción de la raza humana. Debíamos proteger la reliquia para que no caigan en manos del dragón a pesar de que el equilibrio ya estaba roto y nunca volvería. Los dragones mientras tanto se acercaban poco a poco al castillo arrasando por donde pasaban y nuestro futuro comenzaba a teñirse de negro. 

    La vieja alquimista sabía qué hacer. Salí del castillo junto a ella y mis dos hermanos guerreros. El cielo se había vuelto entre rojo sangre y naranja fuego. El castillo, construido piedra a piedra por mis antepasados correría un triste final y sin embargo ese era el menor de nuestros problemas. El puente era la última frontera antes de entrar en el bosque frondoso. Cruzando este veo cómo se para el tiempo cuando uno de hermanos me empuja para apartarme mientras estira su arco y dispara hacia un dragón que volando nos perseguía con rabia. La flecha recta y directa al blanco de su diana, con una puntería incuestionable daba de lleno en la armadura impenetrable del antiguo animal, haciendo inútil cualquier intento de defendernos. Parecía todo perdido cuando otro dragón mucho más enorme invade nuestro campo visual mientras engancha con la boca al pequeño que nos perseguía. Fue un alivio momentáneo puesto que la inmensidad del nuevo dragón al que ni siquiera podíamos verle las alas, tan solo la cabeza y parte del cuello, nos hacía inquietarnos y ver el futuro cada vez más incierto.

    Seguimos corriendo hacia el bosque guiados por la señora alquimista mientras aprovechamos ese momento de pelea entre dragones y de confusión entre ellos. Podíamos tener una pequeña ventaja frente al gran dragón, por ser enorme y torpe a parte iguales. En ese momento creíamos que no nos había visto y seguimos hacía delante. Nada más adentrarnos un poco en el bosque vemos una mansión. Algo que me pareció raro ya que yo era muy conocedor de aquellas tierras y nunca vi ningún edificio cerca del puente. A pesar de ello entramos bajo las indicaciones de la vieja alquimista que se mostraba muy segura de hacia donde teníamos que dirigirnos y los demás no nos podíamos permitir el lujo de dudar desde el desconocimiento mientras éramos perseguidos por un grupo de dragones.

    Entramos en la mansión. El ruido del fuego, de las alas y la destrucción provocada por lo dragones desaparecían para dar paso al silencio de un hogar inhabitado pero perfectamente limpio y ordenado. Un sin fin de habitaciones extrañamente distribuidas hacían de aquella mansión un laberinto sin salida. Sin embargo la alquimista parecía conocer cada rincón de aquel lugar y seguía guiándonos con entusiasmo y prisa puesto que el tiempo que teníamos era limitado. Sin saber hacia donde nos dirigíamos llegamos por fin a un gran salón. Había artefactos como de otra época futura. Alguna pantalla, sillones y un inmueble desconocido para nosotros. La alquimista nos señalaba hacia lo que parecía una enorme caja musical. Estaba sellada por unas cadenas de color amarillo oro y bajo la llave de un candado. Teníamos que abrirlo y de esto se encargó la vieja alquimista mediante unas agujas que tenía que colocar cuidadosamente. La operación se complicaba con el paso del tiempo que poco a poco se nos iba acabando, mientras empezábamos a escuchar otra vez el ruido de la devastación del gran dragón. La alquimista consigue abrirlo. El siguiente paso era meter en la caja musical una especie de discos planos con una protuberancia circular en la parte superior. Otra complicado operación que intenté ejecutarla yo, pero no conseguía hacerla correctamente. Me empezaba a poner nervioso. La posibilidad del inminente apocalipsis me nublaba la mente ante la expectación de mis compañeros. Los metía una y otra vez sin éxito...

    Por fin consigo meter aquel disco en su ranura. Se abre una pequeña puerta, la que según la alquimista debíamos atravesar. Sólo se veía oscuridad a través de ella. Pasaron mis compañeros primero. Cruzar esa puerta suponía hacernos desaparecer de este mundo junto a la reliquia, los dragones dejarían de oler la codicia humana y volverían a las profundidades de la tierra. Me quedé reflexionando lo que me pareció una eternidad antes de cruzar la puerta, mientras llegaba el gran dragón. Dejar este mundo para salvarlo y llegar a otro nuevo y desconocido. El miedo me invade pero debía hacerlo. El equilibrio de la paz nunca volvería a ser el mismo, la codicia humana, sin la reliquia, no se contendría. El futuro lejano estaba incierto, pero el presente estaba claro como el agua. Entro en la oscuridad, cierro la puerta. Todo se acaba. 




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