Alfonso Del Olmo. Con la tecnología de Blogger.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Corazón de Oro. Capitulo 3.


- Dejadnos pasar, venimos a ver al rey.

Me extraño, era tarde, pero por dejar pasar a cuatro personas no iba a pasar nada… Abrí la puerta, grave error, y empezaron a entrar hombres a caballo, muchos hombres a caballo. Uno de ellos me dio un golpe en la cabeza, ya no pude ver más.

Al día siguiente me encontré tumbado en el suelo, dentro de un castillo arrasado, quemado, casi destruido… En momento empecé a pensar que por mi tontería había mucha gente que ya no vivirán igual, reconstruir el castillo necesitaría mucha fuerza, trabajo, empeño y años, hasta que la alegría vuelva.

Lo siguiente fue el destierro de mi compañero y yo, por haber cometido ese error que había costado tanto desastre. Gracias a Dios, no había muertos. Me extrañaba. Antes de irme de aquel lugar para no volver, lo que me entristecía mucho, oí a don Bernardo decir que fue cosa del castillo rival a muerte, los cipotancios. 

En la orilla del rio, estaba recordando todos esos momentos en el castillo donde nací, donde crecí, donde quería morirme… cuando vino un gran amigo.
- ¿Qué tal estamos Ángel?
-  Podría estar mejor…
Le conté lo que había pasado y quién era el hombre que venía conmigo que no se mueve, no lo veo caminar, ni comer, ni respirar, pero se viene conmigo, no me molesta. Él me dijo que había un ejército, llamado fantasma, porque nadie sabe nada de ellos, pero sí destruyen castillos. En ese momento, cuando aún seguía hablando con este amigo, un hombre, con el escudo de los cipotancios que reconocí en el instante, me preguntó. 

- - Eh tú, ¿Qué haces hablando solo?
- - Yo no estoy hablando solo, estoy con mi amigo, mira..

Pero efectivamente, estaba hablando solo… que raro… Todavía casi fuera de sitio por aquello, le tuve que preguntar si es soldado de los cipotancios, y al ver que yo conocía tanto de ellos y a pesar de verme hablando solo, me invitaron a mí y a mi compañero a ir a su castillo.

Nunca había entrado en el castillo de los cipotancios, pero era impresionante. Entonces comprendí, por que el castillo de Meizonos estaba tan casi en guerra contra esta gente, me ofrecieron ropa nueva, comida, mucha hospitalidad inglesa. Tenía que hablar con Campbell, para advertirle sobre el ejército fantasma. Lo más inteligente que se me ocurrió y que propondría al rey de los cipotancios fue que unieran fuerzas, las pocas que tienen los Meizonos y las suyas para destruir el ejército fantasma.

Tras un rato hablando, me hizo caso e iban a hacer lo que había dicho. Campbell en persona iba a visitar a mis amigos de los Meizonos pero yo no podía ir. Decidí entonces irme al pueblo, a darme una vuelta a ver si cogía algo de información sobre el ejercito fantasma. Por lo visto, habían exterminado auténticas fortalezas, y por lo que oí creo que tuvimos suerte de no haber muerto todos allí aquella noche. No se sabe lo que buscan, pero tiene que ser algo importante.

Continuará...

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