En el vestuario, el entrenador empezó a decir una serie de cosas que no me enteré muy bien y estaba en otro sitio pensando en no se qué. Hasta que me llama, ¿lo tuyo es la portería, no? Si, soy portero. Vale, hoy jugarás de extremo (como Cristiano Ronaldo, mas o menos). Y yo allí ya me hacía una idea de lo que me iba a caer encima. Nunca he jugado un partido de fútbol 11, no sabía que tenía que hacer, donde ponerme, como moverme, a donde ir o algo, todo esto sin contar que soy malísimo como jugador. Después iba diciendo el 11 titular, donde por supuesto yo no estaría. Y la casualidad del destino, o lo que fuera, me tocó jugar con el número 14, especial para mí.
Salimos del vestuario a calentar, y cuando digo a calentar, digo a que calientan los titulares mientras los suplentes y yo sacábamos las porterías de fútbol7 mientras nos reíamos de los titulares por que el calentamiento era durísimo. Empieza el partido y yo allí tan agusto viéndolo. Hasta que el segundo entrenador se dio cuenta de algo, que se lo comentó al mister y que yo escuché sin querer. "Este parece que está un poco perdio". Este, era extremo, yo era extremo, él estaba perdio y es extremo, yo... justo cuando estaba pensando en el desastre que podía provocar, me dijeron lo inevitable. "Calienta que vas a salir". Y yo, logicamente, no sabía lo que hacer allí, así que me puse a correr en la banda.
Perdimos en torno a los 8-0. El último partido que jugué de los dos que jugamos, el segundo me lo perdí por lesión. No hice mucho pero las agujetas me duraron una semana y media. El equipo se deshizo por falta de personal, éramos 12, entre los cuales 4 éramos porteros. Una ruina. Pero ahí se me queda, el último y primero, con el número 14, de extremo. Viví para contarlo.

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